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martes, 5 de agosto de 2014

Capítulo 7: Nenders


-A ver si lo pillo-le digo a Paul mientras caminamos por un sendero del bosque-. Los nenders, es decir, nuestro grupo, son mitad fantasmas mitad humanos, uno de sus padres es un fantasma, pero el nender lo ve normal... así que... si yo veía a alguno de mis padres, el que fuera fantasma, normal, ¿cómo lo veían los humanos?
-Lo veían con otro aspecto. Con el aspecto del cuerpo que poseyó alguno de tus padres para poder seguir una vida normal.
-Vale, y una cosa... ¿hay más nenders en el mundo?
-Claro, pero nuestro destino era acabar aquí, al igual que el protector. Él era el único nender del orfanato en aquel entonces, y por tanto, podía evitar seguir el mismo ritual que los demás seguían. “La Sidney”, que es un fantasma, se dio cuenta y lo eliminó del mapa.
-¿”La Sidney” es un fantasma?
-Sí, pero los humanos la ven con el aspecto del cuerpo que poseyó. Los nenders la vemos por su verdadero aspecto.
-Vaya... no sé qué decir.
-Ya... es sorprendente.
-¿Qué poderes tenemos?
-Transportarnos a cualquier lugar y ser invisibles. Pero utilizamos muy poco nuestros poderes aquí. “La Sidney” odia a los nenders, y si nos descubre, estamos muertos.
-Entonces... ¿por qué nuestro destino era acabar aquí? ¿Tenemos que matarla?-pregunto, sintiendo escalofríos. Esa idea no me gusta-.
-Eso pensábamos, pero tiene que haber algo más. “La Sidney” no es la única fantasma que odia a los nenders.
-Será que cada nender está destinado a un lugar donde hay un fantasma que los odia, para matarlo, ¿no?
-Puede.
-Paul... quiero probar lo de transportarme-comento, dando una patada en el suelo-. ¿Cómo se hace?
-Sólo tienes que pensar fuertemente en el lugar a donde quieres transportarte. Tanto en la imagen, como en los olores, la localización, el tacto de los objetos...
-¿Has estado alguna vez en el cine de la ciudad?-pregunto-.
-Antes de perder a mis padres vivía allí, y, sí, he ido, ¿por qué?
-Creo que es obvio. Invítame al cine-respondo, con una sonrisa traviesa-.
-¿No has dicho que sólo querías ser mi amiga?
Oh no, no toques ese tema Paul:
-Vamos como... amigos-explico, no muy convencida-.
-Está bien. Dame la mano-dice-.
    Le doy la mano. Es bastante cálida y me produce seguridad. Me sonrojo y me miro los zapatos, y es cuando recuerdo que estoy descalza y voy con un pijama a cuadros negros y blancos:
-¡Espera!-exclamo-.
-¿Qué?
-¿No ves cómo vamos vestidos? ¡Si los de la ciudad nos ven así pensarán que somos presos o algo parecido!
Paul se ríe, pero a mí no me hace gracia:
-Nos vemos en el vestíbulo en media hora-y desaparece-.
    ¿Y ahora qué hago? Supongo que transportarme a mi habitación, es un caso urgente, no va a pasar nada. Cierro los ojos y me imagino la habitación 99 en mi mente. Las camas en la pared del fondo, el armario a la izquierda, el tacto de las sábanas ásperas, las cortinas sucias, el olor a viejo... Siento que algo fuerte y violento me rodea, pero no abro los ojos, me dejo llevar, y después de un segundos, siento el suelo de madera fría de mi habitación bajo mis pies descalzos:
-¿Ele?-oigo preguntar a Jenni-.
Abro los ojos y me encuentro a la chica petrificada junto al armario.
-¿Quién te lo ha contado?-pregunta cortante mientras se acerca a mí-.
-Paul...-respondo-.
    No me sirve de nada mentir, ya que he descubierto que si alguien le miente a Jenni, puede acabar en un buen lío:
-¡Le avisé! ¡Le avisé!-exclama, arañándose la cara-.
-¡Jen! ¡Para!-grito yo agarrándole las muñecas-. ¡No ha hecho nada malo!
-¡Si “La Sidney” te descubre, te matará!
-¡No me va a descubrir!
-Elena Maybe, te lo explicaré lentamente para que lo entiendas.    Nuestra directora, como ya sabrás, es fantasma, odia a los nenders, si pilla a uno, lo mata, como hizo con el protector. Llegaste nueva el otro día, la directora apenas sabe nada de ti. Te está vigilando más que a ninguno de nosotros, Elena. ¡Eres nueva!
-¡Vale, vale! ¡Tendré cuidado!
-¡Te comportarás normal, y no usarás tus poderes aquí!
-¿Quién eres? ¿Mi madre?-grito con lágrimas en los ojos-.
-Ele... lo siento-se disculpa la chica acariciándome el pelo-. No quiero que te pase nada. Por eso me enfadé cuando conociste a Paul, porque lo conozco, y sabía que en cuanto se enterara de que habías visto al protector, te lo contaría todo.
-He quedado con él para ir al cine-voy al grano-.
-¿Es que estás loca?-dice Jenni sentándose en su cama y dejando caer los brazos a sus costados-. ¿Estáis saliendo?-añade-.
-No-respondo rápidamente-. Vamos como amigos. Y hemos quedado en veinte minutos-añado, cogiendo el móvil de mi cama y mirando la hora-.
-Ten cuidado.
-Jen... si a ti te gusta Paul... no voy.
-A mí no me gusta nadie. No quiero a nadie-responde levantándose de su cama bruscamente-. Voy a la sala de reunión, a una reunión, pero tienes otras cosas que hacer. Así que disfruta.
    Me mira una última vez y sale de la habitación dando un portazo. Me quedo quieta unos segundos y luego entro en acción.
    No hace mucho calor en la calle, así que decido ponerme unos vaqueros azul claro y una blusa de mangas largas ajustada, de color negro. Antes de ponerme mis manoletinas azul marino, me lavo los pies en la ducha. Están magullados y llenos de pequeños cortes. Tras dejarlos bien limpios, me calzo las manoletinas y me miro en el espejo. Mi pelo está horrible, pero ya no tengo tiempo de lavármelo. Cojo el cepillo y empiezo a quitarme los rebeldes nudos como si me fuera la vida en ello. Al terminar, acabo haciéndome una trenza de espiga y vuelvo a mirarme en el espejo. ¿Pero qué estoy haciendo? Es sólo un amigo Elena, un amigo. Resoplo al espejo y cojo el lápiz de ojos y el rímel. Tras terminar de maquillarme, cojo mi móvil y miro la hora. Espera... si me ven por los pasillos a esta hora de la noche y con esta ropa... me van a ahorcar... ¡y Paul no me ha explicado cómo hacerme invisible! Genial, y ahora, ¿qué hago?
    Decido ponerme el pijama de cuadros negros y blancos encima de la ropa y llevar las manoletinas escondidas en la mochila que he cogido por si acaso. Bajo al vestíbulo mirando al suelo. Si me ven maquillada, también sospecharán. Al llegar a la entrada del orfanato, no veo a Paul. Mierda, seguro que me ha dejado plantada. De repente, siento cómo una mano rodea la mía, y una ola helada me cubre el cuerpo. A los pocos segundos, Paul está a mi lado:
-Gracias por explicarme cómo hacerme invisible-le saludo-.
-¿Te quejas de la vestimenta de presos y la sigues llevando puesta?
-Era para que no sospecharan-respondo quitándome el pijama y guardándolo en la mochila-.
-Eso está mejor-dice Paul, sonriendo pícaro-. ¿Y vas descalza?
-¡No!-exclamo, poniéndome las manoletinas-. ¿No nos pueden oír?
-Cuando somos invisibles podemos vernos entre nosotros, pero ellos ni nos ven ni nos oyen, y podemos atravesar las paredes y demás.
-Vaya...
-Recuerda que somos mitad fantasmas.
-¡Cállate!
-¿Nos vamos o quieres ver una peli aquí?
-Sí, sí, vámonos.
    Paul me coge la mano y vuelvo a sentirla cálida y segura. Me mira y luego nos envuelve la capa fuerte y violenta y tras unos segundos, tocamos suelo firme. Levanto la mirada y ante mí veo un edificio alto, las paredes pintadas de negro y varias ventanas. Justo en la entrada, hay un cartel enorme y lleno de luces en el cual pone: “Cinema”.
Miro sonriente a Paul y caminamos hacia el interior del cine, olvidándonos de soltarnos las manos. Lo primero que hay dentro son los puestos de palomitas y chucherías, algunas tiendas de ropa y de deporte, un supermercado... y a continuación, están las taquillas, precedidas de una cola enorme. Encima de las taquillas, están todas las películas de la cartelera:
-¿Cuál quieres ver?-me pregunta Paul con ojos llorosos-.
-Paul... ¿estás bien?-le digo, colocándome frente a él-.
-No es nada... sólo que venir aquí me recuerda a cuando vivía aquí.
-Ya... lo siento... Me gustaría ver “Bajo la misma estrella”-cambio de tema, señalando el cartel de la película-.
-¿En serio? ¡Es muy cursi!-exclama Paul arqueando una ceja-.
-Pero es muy....
-¿Paul?-pregunta una chica acercándose a nosotros-.
    Es alta, con una larga melena rizada pelirroja y con los ojos azules. Cuando sonríe, puedo verle unos dientes blancos y brillantes, y unos incisivos bastante afilados:
-¿Linsay?-responde Paul-.
    La chica llega hasta nosotros y, mirándome, abraza a Paul, el cual está sonrojado. Le suelto la mano al chico y me cruzo de brazos:
-¡Cuánto tiempo!-exclama la tal Linsay-. ¿Quién es tu amiguita?-añade, soltando una risita nerviosa-. Huele muy bien.
-Linsay, ella es Elena Maybe, una nueva nender del orfanato.
-Encantada-comento, mirándome las uñas-. ¿Y ella quién es?-pregunto con mirada interrogante a Paul-.
-Es una alumna del instituto subterráneo de... vampiros.
-¿¡Eres una vampira?!-grito-.
-¡No grites loca! ¡Todos o casi todos los que están aquí son humanos!
-¡Lo siento! Bueno, Paul, ¿vamos a ver la película o no vamos?-pregunto al chico-.
-Sí, entonces, “Bajo la misma estrella”, ¿no?
-Sí. Vamos.
    Tiro de Paul hasta la cola de las taquillas mientras Linsay nos mira con una sonrisa pícara en sus labios, enseñando sus mortales incisivos.
    Cuando es nuestro turno, compramos entradas para la película en media hora, así que me da tiempo de preguntarle unas cuantas cositas a Paul. Pasamos junto al puesto de palomitas y veo cómo un grupito de adolescentes no deja de mirar a Paul. Esto de ir a un lugar con un chico guapo no es fácil. Sigo caminando hasta sentarme en un banco al lado de un Starbucks que hay a la izquierda de las taquillas, y el chico se sienta a mi lado:
-Bueno, ¿de qué conoces a Linsay?-le pregunto, restregándome las manos contra los vaqueros-.
-¿Es que estás celosa?-es su respuesta-.
-¡No!-exlamo, ruborizándome-.
-¿Entonces?
-Creo que es obvio, es la primera vez que veo a una vampira.
-Ya... Ele, la película empieza en diez minutos, ¿qué tal si vamos a comprar palomitas y bebidas?
-Vale.
    Me levanto del banco y camino delante de Paul. Llegamos al puesto de palomitas y el grupito de adolescentes que miraba antes a Paul ahora se cuchichean entre ellas y sueltan unas risitas nerviosas. Una de ellas, la más alta, se acerca a Paul:
-Hola, guapo-le saluda mientras sus amigas se ríen a sus espaldas-.
-Lo siento, no estoy disponible-responde Paul para mi sorpresa, pasándome la mano por la cintura-.
Las chicas se van avergonzadas y yo miro a Paul interrogante:
-Lo siento-me dice, apartando su mano de mi cintura-.
-No pasa nada, déjala ahí para que no te molesten más-respondo cogiendo mi Coca Cola y mis palomitas-.
    Paul me mira sorprendido, pero deja su mano en mi cintura. Subimos unas escaleras mecánicas y llegamos al pasillo de las salas del cine. Le entregamos las entradas a una mujer con cara de amargada y nos dirigimos a nuestra sala, la 13. Entramos y nos sentamos en nuestros respectivos asientos. Empiezo a comer palomitas, esperando nerviosa a que empiece la película.

    Cuando empiezan los créditos, intento limpiarme el rímel que se me ha corrido al llorar. Paul me mira riéndose mientras salimos del cine, y sin hablar, me coge de la mano y nos vuelve a rodear esa fuerza violenta. Unos segundos después, estamos en el bosque:
-Gracias por esta noche-le digo a Paul sacudiéndome los vaqueros-.
-Gracias a ti por venir-responde, guiñando un ojo-. Nos vemos mañana, supongo.
-Sí-contesto asintiendo-.
    Cuando le miro a los ojos, veo lo bonitos que son, de ese color verde irresistible. Veo cómo Paul se inclina con la intención de besarme, pero asustada, me aparto y me transporto a mi habitación.

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¡Hola, mis estrellitas que brillan en el universo! ¡Siento mucho la espera, pero aquí tenéis el capítulo 7, y creo que bastante largo, jeje! Recordad que mi blog tiene hambre de comentarios :) ¡Besos!







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