-A ver si lo pillo-le digo a Paul
mientras caminamos por un sendero del bosque-. Los nenders, es decir,
nuestro grupo, son mitad fantasmas mitad humanos, uno de sus padres
es un fantasma, pero el nender lo ve normal... así que... si yo veía
a alguno de mis padres, el que fuera fantasma, normal, ¿cómo lo
veían los humanos?
-Lo veían con otro aspecto. Con
el aspecto del cuerpo que poseyó alguno de tus padres para poder
seguir una vida normal.
-Vale, y una cosa... ¿hay más
nenders en el mundo?
-Claro, pero nuestro destino era
acabar aquí, al igual que el protector. Él era el único nender del
orfanato en aquel entonces, y por tanto, podía evitar seguir el
mismo ritual que los demás seguían. “La Sidney”, que es un
fantasma, se dio cuenta y lo eliminó del mapa.
-¿”La Sidney” es un fantasma?
-Sí, pero los humanos la ven con
el aspecto del cuerpo que poseyó. Los nenders la vemos por su
verdadero aspecto.
-Vaya... no sé qué decir.
-Ya... es sorprendente.
-¿Qué poderes tenemos?
-Transportarnos a cualquier lugar
y ser invisibles. Pero utilizamos muy poco nuestros poderes aquí.
“La Sidney” odia a los nenders, y si nos descubre, estamos
muertos.
-Entonces... ¿por qué nuestro
destino era acabar aquí? ¿Tenemos que matarla?-pregunto, sintiendo
escalofríos. Esa idea no me gusta-.
-Eso pensábamos, pero tiene que
haber algo más. “La Sidney” no es la única fantasma que odia a
los nenders.
-Será que cada nender está
destinado a un lugar donde hay un fantasma que los odia, para
matarlo, ¿no?
-Puede.
-Paul... quiero probar lo de
transportarme-comento, dando una patada en el suelo-. ¿Cómo se
hace?
-Sólo tienes que pensar
fuertemente en el lugar a donde quieres transportarte. Tanto en la
imagen, como en los olores, la localización, el tacto de los
objetos...
-¿Has estado alguna vez en el
cine de la ciudad?-pregunto-.
-Antes de perder a mis padres
vivía allí, y, sí, he ido, ¿por qué?
-Creo que es obvio. Invítame al
cine-respondo, con una sonrisa traviesa-.
-¿No has dicho que sólo querías
ser mi amiga?
Oh no, no toques ese tema Paul:
-Vamos como... amigos-explico, no
muy convencida-.
-Está bien. Dame la mano-dice-.
Le doy la mano. Es bastante
cálida y me produce seguridad. Me sonrojo y me miro los zapatos, y
es cuando recuerdo que estoy descalza y voy con un pijama a cuadros
negros y blancos:
-¡Espera!-exclamo-.
-¿Qué?
-¿No ves cómo vamos vestidos?
¡Si los de la ciudad nos ven así pensarán que somos presos o algo
parecido!
Paul se ríe, pero a mí no me
hace gracia:
-Nos vemos en el vestíbulo en
media hora-y desaparece-.
¿Y ahora qué hago? Supongo
que transportarme a mi habitación, es un caso urgente, no va a pasar
nada. Cierro los ojos y me imagino la habitación 99 en mi mente. Las
camas en la pared del fondo, el armario a la izquierda, el tacto de
las sábanas ásperas, las cortinas sucias, el olor a viejo... Siento
que algo fuerte y violento me rodea, pero no abro los ojos, me dejo
llevar, y después de un segundos, siento el suelo de madera fría de
mi habitación bajo mis pies descalzos:
-¿Ele?-oigo preguntar a Jenni-.
Abro los ojos y me encuentro a la
chica petrificada junto al armario.
-¿Quién te lo ha
contado?-pregunta cortante mientras se acerca a mí-.
-Paul...-respondo-.
No me sirve de nada mentir, ya
que he descubierto que si alguien le miente a Jenni, puede acabar en
un buen lío:
-¡Le avisé! ¡Le avisé!-exclama,
arañándose la cara-.
-¡Jen! ¡Para!-grito yo
agarrándole las muñecas-. ¡No ha hecho nada malo!
-¡Si “La Sidney” te descubre,
te matará!
-¡No me va a descubrir!
-Elena Maybe, te lo explicaré
lentamente para que lo entiendas. Nuestra directora, como ya sabrás,
es fantasma, odia a los nenders, si pilla a uno, lo mata, como hizo
con el protector. Llegaste nueva el otro día, la directora apenas
sabe nada de ti. Te está vigilando más que a ninguno de nosotros,
Elena. ¡Eres nueva!
-¡Vale, vale! ¡Tendré cuidado!
-¡Te comportarás normal, y no
usarás tus poderes aquí!
-¿Quién eres? ¿Mi madre?-grito
con lágrimas en los ojos-.
-Ele... lo siento-se disculpa la
chica acariciándome el pelo-. No quiero que te pase nada. Por eso me
enfadé cuando conociste a Paul, porque lo conozco, y sabía que en
cuanto se enterara de que habías visto al protector, te lo contaría
todo.
-He quedado con él para ir al
cine-voy al grano-.
-¿Es que estás loca?-dice Jenni
sentándose en su cama y dejando caer los brazos a sus costados-.
¿Estáis saliendo?-añade-.
-No-respondo rápidamente-. Vamos
como amigos. Y hemos quedado en veinte minutos-añado, cogiendo el
móvil de mi cama y mirando la hora-.
-Ten cuidado.
-Jen... si a ti te gusta Paul...
no voy.
-A mí no me gusta nadie. No
quiero a nadie-responde levantándose de su cama bruscamente-. Voy a
la sala de reunión, a una reunión, pero tienes otras cosas que
hacer. Así que disfruta.
Me mira una última vez y sale
de la habitación dando un portazo. Me quedo quieta unos segundos y
luego entro en acción.
No hace mucho calor en la
calle, así que decido ponerme unos vaqueros azul claro y una blusa
de mangas largas ajustada, de color negro. Antes de ponerme mis
manoletinas azul marino, me lavo los pies en la ducha. Están
magullados y llenos de pequeños cortes. Tras dejarlos bien limpios,
me calzo las manoletinas y me miro en el espejo. Mi pelo está
horrible, pero ya no tengo tiempo de lavármelo. Cojo el cepillo y
empiezo a quitarme los rebeldes nudos como si me fuera la vida en
ello. Al terminar, acabo haciéndome una trenza de espiga y vuelvo a
mirarme en el espejo. ¿Pero qué estoy haciendo? Es sólo un amigo
Elena, un amigo. Resoplo al espejo y cojo el lápiz de ojos y el
rímel. Tras terminar de maquillarme, cojo mi móvil y miro la hora.
Espera... si me ven por los pasillos a esta hora de la noche y con
esta ropa... me van a ahorcar... ¡y Paul no me ha explicado cómo
hacerme invisible! Genial, y ahora, ¿qué hago?
Decido ponerme el pijama de
cuadros negros y blancos encima de la ropa y llevar las manoletinas
escondidas en la mochila que he cogido por si acaso. Bajo al
vestíbulo mirando al suelo. Si me ven maquillada, también
sospecharán. Al llegar a la entrada del orfanato, no veo a Paul.
Mierda, seguro que me ha dejado plantada. De repente, siento cómo
una mano rodea la mía, y una ola helada me cubre el cuerpo. A los
pocos segundos, Paul está a mi lado:
-Gracias por explicarme cómo
hacerme invisible-le saludo-.
-¿Te quejas de la vestimenta de
presos y la sigues llevando puesta?
-Era para que no
sospecharan-respondo quitándome el pijama y guardándolo en la
mochila-.
-Eso está mejor-dice Paul,
sonriendo pícaro-. ¿Y vas descalza?
-¡No!-exclamo, poniéndome las
manoletinas-. ¿No nos pueden oír?
-Cuando somos invisibles podemos
vernos entre nosotros, pero ellos ni nos ven ni nos oyen, y podemos
atravesar las paredes y demás.
-Vaya...
-Recuerda que somos mitad
fantasmas.
-¡Cállate!
-¿Nos vamos o quieres ver una
peli aquí?
-Sí, sí, vámonos.
Paul me coge la mano y vuelvo
a sentirla cálida y segura. Me mira y luego nos envuelve la capa
fuerte y violenta y tras unos segundos, tocamos suelo firme. Levanto
la mirada y ante mí veo un edificio alto, las paredes pintadas de
negro y varias ventanas. Justo en la entrada, hay un cartel enorme y
lleno de luces en el cual pone: “Cinema”.
Miro sonriente a Paul y
caminamos hacia el interior del cine, olvidándonos de soltarnos las
manos. Lo primero que hay dentro son los puestos de palomitas y
chucherías, algunas tiendas de ropa y de deporte, un supermercado...
y a continuación, están las taquillas, precedidas de una cola
enorme. Encima de las taquillas, están todas las películas de la
cartelera:
-¿Cuál quieres ver?-me pregunta
Paul con ojos llorosos-.
-Paul... ¿estás bien?-le digo,
colocándome frente a él-.
-No es nada... sólo que venir
aquí me recuerda a cuando vivía aquí.
-Ya... lo siento... Me gustaría
ver “Bajo la misma estrella”-cambio de tema, señalando el cartel
de la película-.
-¿En serio? ¡Es muy
cursi!-exclama Paul arqueando una ceja-.
-Pero es muy....
-¿Paul?-pregunta una chica
acercándose a nosotros-.
Es alta, con una larga melena
rizada pelirroja y con los ojos azules. Cuando sonríe, puedo verle
unos dientes blancos y brillantes, y unos incisivos bastante
afilados:
-¿Linsay?-responde Paul-.
La chica llega hasta nosotros
y, mirándome, abraza a Paul, el cual está sonrojado. Le suelto la
mano al chico y me cruzo de brazos:
-¡Cuánto tiempo!-exclama la tal
Linsay-. ¿Quién es tu amiguita?-añade, soltando una risita
nerviosa-. Huele muy bien.
-Linsay, ella es Elena Maybe, una
nueva nender del orfanato.
-Encantada-comento, mirándome las
uñas-. ¿Y ella quién es?-pregunto con mirada interrogante a Paul-.
-Es una alumna del instituto
subterráneo de... vampiros.
-¿¡Eres una vampira?!-grito-.
-¡No grites loca! ¡Todos o casi
todos los que están aquí son humanos!
-¡Lo siento! Bueno, Paul, ¿vamos
a ver la película o no vamos?-pregunto al chico-.
-Sí, entonces, “Bajo la misma
estrella”, ¿no?
-Sí. Vamos.
Tiro de Paul hasta la cola de
las taquillas mientras Linsay nos mira con una sonrisa pícara en sus
labios, enseñando sus mortales incisivos.
Cuando es nuestro turno,
compramos entradas para la película en media hora, así que me da
tiempo de preguntarle unas cuantas cositas a Paul. Pasamos junto al
puesto de palomitas y veo cómo un grupito de adolescentes no deja de
mirar a Paul. Esto de ir a un lugar con un chico guapo no es fácil.
Sigo caminando hasta sentarme en un banco al lado de un Starbucks que
hay a la izquierda de las taquillas, y el chico se sienta a mi lado:
-Bueno, ¿de qué conoces a
Linsay?-le pregunto, restregándome las manos contra los vaqueros-.
-¿Es que estás celosa?-es su
respuesta-.
-¡No!-exlamo, ruborizándome-.
-¿Entonces?
-Creo que es obvio, es la primera
vez que veo a una vampira.
-Ya... Ele, la película empieza
en diez minutos, ¿qué tal si vamos a comprar palomitas y bebidas?
-Vale.
Me levanto del banco y camino
delante de Paul. Llegamos al puesto de palomitas y el grupito de
adolescentes que miraba antes a Paul ahora se cuchichean entre ellas
y sueltan unas risitas nerviosas. Una de ellas, la más alta, se
acerca a Paul:
-Hola, guapo-le saluda mientras
sus amigas se ríen a sus espaldas-.
-Lo siento, no estoy
disponible-responde Paul para mi sorpresa, pasándome la mano por la
cintura-.
Las chicas se van avergonzadas
y yo miro a Paul interrogante:
-Lo siento-me dice, apartando su
mano de mi cintura-.
-No pasa nada, déjala ahí para
que no te molesten más-respondo cogiendo mi Coca Cola y mis
palomitas-.
Paul me mira sorprendido, pero
deja su mano en mi cintura. Subimos unas escaleras mecánicas y
llegamos al pasillo de las salas del cine. Le entregamos las entradas
a una mujer con cara de amargada y nos dirigimos a nuestra sala, la
13. Entramos y nos sentamos en nuestros respectivos asientos. Empiezo
a comer palomitas, esperando nerviosa a que empiece la película.
Cuando empiezan los créditos,
intento limpiarme el rímel que se me ha corrido al llorar. Paul me
mira riéndose mientras salimos del cine, y sin hablar, me coge de la
mano y nos vuelve a rodear esa fuerza violenta. Unos segundos
después, estamos en el bosque:
-Gracias por esta noche-le digo a
Paul sacudiéndome los vaqueros-.
-Gracias a ti por venir-responde,
guiñando un ojo-. Nos vemos mañana, supongo.
-Sí-contesto asintiendo-.
Cuando le miro a los ojos, veo
lo bonitos que son, de ese color verde irresistible. Veo cómo Paul
se inclina con la intención de besarme, pero asustada, me aparto y
me transporto a mi habitación.
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¡Hola, mis estrellitas que brillan en el universo! ¡Siento mucho la espera, pero aquí tenéis el capítulo 7, y creo que bastante largo, jeje! Recordad que mi blog tiene hambre de comentarios :) ¡Besos!
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